" Nada dura para siempre, eso es cierto, pero especialmente, la tristeza dura aún menos. Incluso la tristeza de la pérdida de las cosas que no duran para siempre; también esa. No consigo que persista. Me es volátil e inaprensible. Cuando se instala subrepticiamente en mi interior y la reconozco, intento disfrutarla, pero se produce entonces la paradoja de la Humildad, que cuando empiezas a hablar de ella, la pierdes. La tristeza enseña muchas cosas. Nos despoja, nos viste y nos desnuda, denuncia faltas, carencias, nos pinta sueños e ilusiones, nos susurra, nos grita y nos recuerda que nos movamos, que saltemos, o que superemos cosas y dejemos, por ejemplo, el pasado en el pasado. La felicidad enseña cosas, sin duda, pero la tristeza es más honda, es un profesor más obstinado e iracundo, y enseña cosas que la felicidad no puede. La tristeza cambia palabras en tu diccionario y pone nombres nuevos. Escribe "Fin". "Duele", "Dónde está", ...