Militancias las menos

Recuerdo una reciente conversación con un contertulio de este blog en la cual hablamos de las "piedras en el camino" que son las militancias en los campos filosófico, espiritual y religioso (paso de militar como podreís comprobar en este blog). Pero no es el único caso artístico o cultural donde la militancia hace acto de presencia (dejando de banda la política y el deporte que son casi ya casos perdidos), la música también es un campo abonado para ello.

¿A quién no le suena el fanático de la Música Clásica que habla de ella como "Música" como si el resto no lo fueran? ¿O la Ópera como un símbolo de status más que de música? ¿O aquellos que llegan al Jazz de forma pedante cuando esa música era popular hasta hace cuatro días? ¿O la música Rock como una estética más que una música? Todas estas militancias tienen en común el imitar actitudes, endiosar a los artistas elegidos o disponer de unos iconos a los que crucificar con gusto (Sting, Santana, Alejandro Sanz, el Miles Davis eléctrico, los experimentos electrónicos de Stockhausen, etc...). En todos los casos la música parece lo de menos. 

Por lo que a mí respecta, me la sudan las militancias musicales (como las de otros ámbitos) y que siga así durante mucho tiempo mi libertad de escuchar el jazz acústico y electrónico de Miles Davis, la Bossa Nova de Antonio Carlos Jobim, el Rock de Pink Floyd o The Alan Parsons Project, la música clásica de mil y un compositores de todas las épocas y todo lo de cualquier estilo que entré en mis oídos y me guste :-)

Jazz-Fussion y Rock Latino: Miles Davis y Santana juntos en 1986

Pop y Bossa Nova: Rita Lee y Joao Gilberto con un samba

El grupo Damills bossanovando el Sexy Sadie de The Beatles

Comentarios

  1. Conozco a alguno de estos talibanes de las artes. Su arrogancia sólo es comparable a su incapacidad de disfrutar de una buena canción o una película sencilla y entretenida. Ellos prefieren sentirse superiores creyendo que ciertos truños pedantes, retorcidos y soporíferos son la cima de la creatividad humana. No deja de ser una pose condescendiente que pone en evidencia su estrechez de miras y les limita mucho la capacidad de disfrutar de la vida.

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  2. En estos casos, es bueno fijarse en los niños. Ellos no entienden de posturismos y gilipolleces varias. Simplemente, disfrutan del momento y se dejan llevar por lo que les gusta, sin adherirle etiqueta alguna. Yo he trabajado con ellos y sé de lo que hablo.

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  3. Pues no he encontrado mayores fascistas (en lo ideológico) que entre los paletos de determinadas tendencias políticas socialmente aceptadas (me refiero a los nazis de extrema izquierda) o estéticas (los snobs de la escena indie). Y ya me callo, que me enciendo. Pero durante mucho tiempo he venido aguantando sus frívolos ataques a obras que ridiculizaban sin ni siquiera entenderlas. Y la tolerancia que ellos reclaman, brilla por su ausencia en sus propias opiniones.

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  4. Que conste que a los palurdos de extrema derecha, ni siquiera los tengo en cuenta. Pero, al menos, ellos no van de redentores. Son escoria y tampoco se molestan mucho en esconderlo. Lo que no soporto es a los hipócritas que defienden una cierta ideología supuestamente solidaria y luego son, en su día a día personal, los mayores cabrones del universo.

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  5. Te pongo un ejemplo de mezquindad ético-política: esta semana ha muerto Juan Luís Galiardo, actorazo con una trayectoria profesional INTACHABLE. Un pantagruélico monstruo de la escena y una gran persona al mismo tiempo (había pasado por el infierno y siempre tenía en su boca la palabra 'redención'). Pues bien... ni una sola mención en TV3. Ni un sólo segundo dedicado a su triste fallecimiento. Ni una triste reseña de su larguísima trayectoria artística. Como si fuera un actor nacido en Marte. Los motivos, que cada uno los deduzca. Pero el propio Ferran Monegal, periodista catalán de afilado verbo que suele mostrarse implacable con el fascismo ideológico practicado en la 'teva', los ha puesto, con mucha más gracia que yo, a caer de un burro.

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    1. Que, por cierto, no hay que perderse la entrevista que le hicieron Usun Yoon y Thais Villas (de 'El Intermedio'). En las dos se muestra como un hombre de desaforados afectos, apetito irrefrenable por las mujeres y la vida, y, intuición mía, un corazón de oro. En cierta forma, me recuerda un poco a Nick Nolte. Sí; Juan Luís Galiardo sería nuestro Nick Nolte particular. Delirante cuando recita el prospecto de un medicamento como si declamara a Shakespeare.

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  6. Un poema de Juan Ramón Jiménez sobre (interpreto yo) la sencillez de espíritu. Como ves, no pierdo ocasión de introducir poesía a la mínima. Pero está hecho con toda la intención.

    ¡Qué tranquilidad violeta!
    Por el sendero, a la tarde,
    a caballo va el poeta...

    ¡Qué tranquilidad violeta!
    La dulce brisa del río,
    olorosa a junco y agua
    le refresca el señorío...,
    la dulce brisa del río...
    A caballo va el poeta...,

    ¡Qué tranquilidad violeta!
    Y el corazón se le pierde,
    doliente y embalsamado,
    en la madreselva verde...,
    y el corazón se le pierde...
    A caballo va el poeta...

    ¡Qué tranquilidad violeta!
    La alameda está de oro...
    El último pensamiento
    del sol, la hace ensueño y lloro...
    La alameda está de oro.

    [de 'Baladas de primavera', 1907]

    Recuerdo cuando era un adolescente enclaustrado en mi mismo e impermeable a la poesía... ¡cómo me costaba leerla por pura imposición!. Ahora, sin ser un devoto, sí que encuentro serenidad y belleza en algunos poemas dedicados a los grandes misterios de la vida. La diferencia es que soy yo el que empieza a sentir ese hambre de poesía. La motivación lo es todo y, como ya te dije, esas grandes verdades sobre las que han discurrido filósofos y pensadores de todos los tiempos, podemos encontrarlas resumidas, con sensibilidad y sabiduría, en determinadas perlas de la poesía universal. Me asombra, también, el grado de conexión que existe entre las mentes de los hombres y, como una misma inquietud, puede llegar a expresarse, con diferentes palabras, en rapsodas de aquí y allende los mares.
    Así, me ha emocionado descubrir la admiración que sentía Juan Ramón Jiménez por Rabindranath Tagore (1861-1941), cuyos versos habían sido traducidos al castellano por Zenobia Camprubí, esposa y amor eterno de nuestro poeta e hija de madre hindú.

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    1. Gracias, amigo. No creo que la poesía sirva para transformar el mundo, pero sí que aporta cierta serenidad a nuestros corazones. Al menos, este tipo de poesía.

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    2. Aportar cierta serenidad ya es algo maravilloso en estos tiempos :-)

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    3. Siempre nos quedará Miguel Hernández, Machado, Lorca, Rumi, Tagore...

      Vayan añadiendo ustedes...

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